El partido fue parejo. San Martín no pudo concretar y el equipo local aprovechó su oportunidad.

Sólo esa cabeza de Mario Bolatti, ese gol con desahogo en el final, fue capaz de desviar el desenlace anunciado, ese empate que nadie iba a guardar en el disco rígido. Pero a la salida de un tiro libre de César González, fue Toranzo el que ¿remató al arco? con violencia y encontró a Bolatti, ese debutante que se llevó el podio en la noche del Ducó. Así, pese a esa escasa diferencia en el desarrollo, Huracán empezó el 2009 con igual clima festivo que el fin de año, con aquella goleada 3 a 0 a Vélez. Seis puntos sobre seis en juego, sin goles en contra. No en vano, el festejo emotivo.
En el imaginario, los dos mostraron, al menos, esa idea de jugar con la pelota al piso. Huracán y San Martín, intentaron, al menos, llevar el balón hasta el arco con una identidad definida. Pero ambos, en ese camino, se encontraron con peajes inevitables como consecuencia de su poca astucia en la zona de fuego. Y, claro, porque los dos equipos sufrieron ese mal de estos tiempos que habla -y que se desnuda- de la falta de goleadores. Porque hubo delanteros, que no es lo mismo que gente que tiene olfato. Si bien tampoco fueron alimentados con grandes platos, ninguno era capaz de armar su propia receta casera.
En ese ritmo lento -al partido le faltó vuelo y velocidad- San Martín intentó su juego desde el buen trato por la pelota. Con eje de circulación en César La Plagia y con la asociación de Gustavo Ibáñez y Cristian Canío supo generar su fútbol, aunque en ráfagas, sobre la derecha. Por esa zona, un pase del ex Boca para el debutante chileno puso ser la apertura, pero el remate de Canío salió desviado. Sin tanta tenencia de balón, con buenas intenciones que de vez en vez se llevaron a la práctica, Huracán encontró alguna respuesta en los pies de Javier Pastore. Ese futbolista capaz de encender ilusiones, tuvo una doble chance en el primer tiempo. La primera tras un error de Germán Noce en defensa y un pase de Federico Nieto, pero su remate pasó cerca del palo. La segunda, con un zurdazo al que también le faltó dirección.
La propuesta ofensiva de ambos equipos fue, al menos, esa luz capaz de indicar un camino en el que la imprecisión dominó la escena. Porque piezas como César González, Leandro Díaz y hasta Pastore se saben los encargados de darle ese golpe de horno a la jugada. Sin embargo, se falló en esos metros decisivos. Una escena que se repitió también en el conjunto tucumano. Y ante la falta de coordinación para llevar al área todo lo bueno que insinuaba cada jugada, asomó el recurso del remate desde afuera. Fue el lateral Carlos Arano el que obligó a la estirada de Marcos Gutiérrez. Al rato, un tiro libre de La Paglia le respiró de cerca al travesaño de Gastón Monzón.
Ese desenlace que tuvo el partido, el gol, el grito de todo un estadio, casi se corta cuando sobre el final Matías Urbano, quien había ingresado en el segundo tiempo, lo perdió ante Monzón. Ese pudo ser el empate, un resultado que estuvo entonado desde un comienzo y que sólo por lapsos cortos se puso en duda. Sin embargo, Huracán se quedó con todo, al margen de un juego que todavía no logra convencer, se sintió fuerte otra vez en casa. A San Martín no le quedó nada, porque esas buenas intenciones todavía no suman en la tabla de posiciones. Ni en el promedio. La noche terminó con el gol menos pensado, pero con la cabeza de Bolatti.