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Las grandes polémicas y sorpresas de las listas de la selección argentina en la historia de los Mundiales
Un repaso por las nóminas que generaron controversia por haber excluido a futbolistas de renombre y sumado a jugadores que nadie esperaba.
El fútbol cambia permanentemente, pero a la vez, es siempre igual. Esta situación, quizás paradójica, envuelve al mundo de la número 5, con sus modificaciones tácticas y con la permanencia de situaciones que suelen reiterarse. Una de ellas, ocurre cada 4 años y tiene que ver con el momento donde el entrenador de la Selección debe dar la lista definitiva de los jugadores que disputarán la Copa del Mundo. En los últimos 50 años en la Argentina, quienes debieron afilar el lápiz, no estuvieron exentos de polémicas en la mayoría de los casos, fueron Vladislao Cap, César Menotti, Carlos Bilardo (estos últimos, dos veces cada uno), Alfio Basile, Daniel Passarella, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Diego Maradona, Alejandro Sabella, Jorge Sampaoli y ahora, Lionel Scaloni, quien ya hizo el corte definitivo y designó a sus futbolistas, como banderas de la gran ilusión nacional. Viajemos en el tiempo para recordar qué ocurrió en cada capítulo de esta historia.
La dura caída con Perú en la Bombonera en julio del ‘69 determinó la ausencia de Argentina en México ‘70. Pese a la crisis, nada cambió en la selección, que siguió siendo el reino de la improvisación. Un poco de seriedad llegó con el arribo de Enrique Omar Sívori a la dirección técnica y con él se obtuvo la clasificación para Alemania ‘74. Pese al pedido de sus jugadores, el Cabezón cumplió con su palabra y se alejó del cargo una vez cumplido el objetivo. Aunque parezca increíble, a pesar de tener el boleto asegurado a la Copa del Mundo, pasaron los meses finales del ‘73 sin que se designara a su reemplazante. Grande fue la sorpresa cuando en enero del ‘74 se supo que el elegido era Vladislao Cap, quien desde hacía dos años estaba trabajando en Colombia. La desorganización continuó y los pobres resultados de los amistosos previos, en su mayoría contra combinados de las provincias, preanunciaban un fracaso en la máxima competencia. En la gira previa, ya en continente europeo, Roque Avallay, centro delantero de Huracán, sufrió una lesión y debió regresar al país. Como muestra gratis del caos reinante, los apellidos que se señalaban para ocupar su lugar eran tres futbolistas que jugaban en posiciones diferentes y ninguno era 9 como quien dejó el plantel: Aimar, Santamaría y Babington. Éste último, que nunca debió estar afuera, fue el elegido. Llegó a Alemania pocos días antes del debut y la misma noche de su arribo, Cap citó a todos a una reunión para ahuyentar los rumores y dio ya el equipo titular para el primer partido ante Polonia. Enorme fue la sorpresa de todos, empezando por el propio Babington, cuando escuchó que iba a estar entre los 11, sin haber practicado jamás con sus compañeros. Fue apenas un capítulo más de lo mal que se manejó todo en suelo alemán, que terminó con una opaca eliminación en segunda fase.
En octubre de ese mismo año se produjo la presentación de César Luis Menotti como entrenador y a partir de allí fue una refundación de la selección. Se trazó un plan de trabajo, con seriedad, que fue cumplido por los dirigentes, más allá de algunas rispideces al comienzo. En febrero del ‘78 se inició la recta final rumbo al gran objetivo con un grupo de jugadores que se fue depurando con el correr de los meses. En paralelo se disputaba el torneo Metropolitano donde la figura descollante, por juego y goles, era el Beto Alonso, que así recordó el momento de la convocatoria: “Apenas terminado un partido conta All Boys en cancha de Ferro me comunicaron que debía presentarme en la concentración de la selección en José C. Paz. En la primera práctica, al día siguiente, Menotti se me acercó y me dijo: ‘Usted está aquí porque lo dispuse yo, no por presión de nadie’, a lo que le respondí: ‘Está bien, César. Si usted es el técnico. ¿Quién otro lo puede decidir?’. Esta situación se dio porque se mencionaba que el crack de River Plate había sido llamado por presión de la prensa y de Carlos Alberto Lacoste, hombre fuerte del EAM ‘78, entidad que manejaba buena parte de la organización del certamen y reconocido fanático de los Millonarios. Unos días más tarde, llegó el momento de dar a conocer los 22 apellidos que conformarían la lista final. Había pocas incógnitas, porque se suponía que Humberto Bravo y Bottaniz serían desafectados, quedando la duda para el tercer casillero, que fue ocupado por un chico de 17 años, que venía deslumbrando en las prácticas: Diego Armando Maradona. Fue una sorpresa, incluso para los colaboradores cercanos a Menotti, como Roberto Marcos Saporiti, quien intentó con sólidos argumentos, torcer la decisión del entrenador en dos charlas en las horas previas a la comunicación al plantel. Pero la historia ya estaba sentenciada y Diego mantuvo por siempre el dolor de haber quedado fuera del grupo que sería campeón del mundo.
Con el aval del título logrado ante Holanda en el Monumental y las buenas actuaciones del equipo en el bienio 1979 – 1980, César Menotti logró trabajar con enorme tranquilidad rumbo a España ‘82, con el agregado de poder contar con casi todos los futbolistas en el país. Las condiciones se acercaban al ideal, pero el rendimiento comenzó a decaer en 1981, sembrando algunas dudas. La concentración final comenzó en febrero del ‘82, primero en la Villa Marista de Mar del Plata y luego en la localidad de Tortuguitas. El Flaco contaba debía desafectar a 3 para el corte definitivo el 23 de abril. Sin embargo, fueron 4 los excluidos (Edgardo Bauza, Jorge Búlleri, Raúl de la Cruz Chaparro y Jorge Gordillo), al tiempo que era reconvocado Santiago Santamaría, puntero de Newell´s, que había renunciado a principios de marzo.
En febrero del ‘83, Carlos Salvador Bilardo firmó su contrato como DT de la selección y en el camino hacia las Eliminatorias primero y la Copa del Mundo después probó muchos futbolistas, sin llegar a colmar el gusto del hincha. En medio de la tempestad tras una desangelada gira por Europa en marzo del ‘86, que incluyó un intento de destitución de su cargo, el Narigón dio la lista final de sus 22 muchachos rumbo a México. Carlos Tapia se ganó un lugar sobre el filo, por su excelente realidad en Boca Juniors, junto a su compañero Julio Olarticoechea, quien había renunciado al elenco nacional a fines del ‘84, pero su polifuncionalidad le abrió nuevamente las puertas. Pero las dos convocatorias que causaron más sorpresa fueron las de dos jugadores que no habían disputado ni un minuto en el ciclo: Héctor Enrique y Miguel Zelada. El primero, de incuestionable alto nivel en el River Plate campeón del torneo local, sería una pieza clave en tierras aztecas, al tiempo que el segundo, actuaba en el América de aquel país y ocupó la plaza de tercer arquero. A pesar de haber estado desde el inicio de la era Bilardo, varios quedaron fuera, no exentos de polémicas, como Ubaldo Fillol, Juan Barbas y Enzo Trossero, al tiempo que otros lo asumieron con más calma, como los casos de Alejandro Sabella, Miguel Ángel Russo y Oscar Dertycia.
La gloria de México, con un Maradona más extraterrestre que nunca, actuó como manto protector del sinuoso andar de la selección en el período 1986 – 1990, donde fueron contadas las buenas actuaciones y el mayor déficit habitaba en la falta de gol. Bilardo fue el primero en darse cuenta y comentaba que no lograba encontrar al sucesor de Jorge Valdano, retirado de la actividad y que ya se desempeñaba como analista en diversos medios de España. En ese carácter concurrió a la Copa América de Brasil en julio del ‘89, donde el propio Narigón le expresó esta situación, tentándolo con el regreso. Luego de meditarlo, el ex delantero tomó la decisión de hacer el intento, para lo que volvió a ponerse los pantalones cortos, hasta alcanzar un nivel aceptable en un par de amistosos con el equipo nacional a comienzos del ‘90. Una lesión le hizo retrasar un poco la evolución, pero siguió trabajando con sus compañeros, ya en suelo italiano, con la mente en el Mundial. El domingo 20 de mayo, Bilardo le comunicó que no lo veía en buenas condiciones y que lo desafectaba del plantel, ingresando Gabriel Calderón en su lugar. A partir de allí se abrió una de las polémicas más grandes que se recuerden a la hora de que un DT argentino tuviese que entregar la lista definitiva. Maradona se mostró en contra: “Estoy muy triste por lo de Jorge. Lo que hizo Bilardo lo acepto, pero no lo entiendo”. Pero lo que más trascendió fueron dos frases del propio Valdano, que quedaron en el recuerdo: “La decisión es de Bilardo, que dijo no verme ni para 30 minutos en el Mundial. Lo demás, ingresa en la bruma de la sospecha, que yo no atravieso jamás”. Y la más gráfica: “Después de nadar seis meses, fui a morir en la orilla”. Un Valdano 100%.
Para el Mundial 1994 se dio una situación muy particular y fue que, para la gran mayoría de los futboleros, Alfio Basile había elegido a la perfección a los 22 jugadores y casi no había polémicas, a la hora de afrontar en mayor desafío de aquel ciclo que comenzó brillante en la Copa América ‘91 y se fue desluciendo hasta llegar al repechaje con Australia por la última plaza disponible. Darío Franco había estado desde el comienzo y era un intocable para el Coco, hasta que una fractura, en el debut en la Copa América ‘93 ante Bolivia, encendió las luces de alarma. El futbolista, por entonces en Zaragoza, hizo todos los esfuerzos, apoyado por el entrenador que lo quería tener en Estados Unidos, hasta que el 2 de junio le informó con dolor, que no lo tendría en cuenta por no haberse recuperado al 100%. En ese último lugar quedó confirmado un joven Ariel Ortega, quien allí tendría la primera de sus tres experiencias mundialistas.
Luego de la salida de Basile llegó Daniel Passarella, con un gran consenso, a la dirección técnica de la Selección, después de su exitosa primera experiencia en el cargo, con varios títulos ganados con River Plate. Al principio tuvo un andar irregular, hasta que en 1997 encontró definitivamente el sistema y los hombres, para cerrar de manera inobjetable las Eliminatorias. Un par de meses antes de dar la lista para Francia ‘98 el Kaiser sostenía ante la prensa que tenía ya claros 20 de los 22 apellidos y un tiempo después confirmó a Sergio Berti, quedando solo un casillero vacío. El gran presente de Claudio Caniggia en Boca, llevaba a que sea el preferido de buena parte de la prensa, además de su identificación con la camiseta celeste y blanca. El otro candidato era Christian Bassedas, quien había estado desde el inicio del ciclo en 1994, pero enorme fue la sorpresa, cuando el DT dio a conocer que el jugador 22 era Abel Balbo, quien no actuaba en el equipo nacional desde diciembre del ‘96. Fue su tercer Mundial y apenas disputó un puñado de minutos en Francia.
El camino hacia Corea – Japón 2002 fue impecable, con una de las Eliminatorias más brillantes de la Argentina. Marcelo Bielsa encontró rápido el funcionamiento y los intérpretes respondían a la perfección. Todo estaba tan ordenado, que no se esperaba ninguna sorpresa a la hora de la lista final, sin embargo, hubo una que fue la aparición de Claudio Paul Caniggia, quien solo había actuado en dos amistosos, ambos ese año, en el ciclo del Loco. Para el público era un símbolo de la celeste y blanca y la noticia fue muy bien recibida, pero su gran historia con esa camiseta terminó de un modo triste, al ser expulsado ante Suecia, estando en el banco de suplentes. Quedó también la polémica por dos futbolistas que atravesaban un excelente momento, pero que el entrenador prefirió dejar fuera del plantel definitivo y que harían su debut mundialista cuatro años más tarde: Juan Román Riquelme y Javier Saviola.
En septiembre de 2004, luego de ganar la medalla dorada en Atenas, Bielsa dijo adiós y rápidamente fue suplantado por José Pekerman. El lunes 15 de mayo de 2006, había una gran expectativa en el predio de AFA, desde donde el DT dio a conocer a los 23 designados. ¿Hubo sorpresas? Por supuesto. Julio Cruz fue incluido cuando pocos los esperaban, al tiempo que fueron relegados dos jugadores que parecían seguros, como Walter Samuel y Javier Zanetti. También tuvo su desilusión Germán Lux, quien había debutado en la selección con Pekerman e incluso había ocupado la valla en la Copa Confederaciones 2005. Sin embargo, el tercer arquero, detrás de Abbondanzieri y Franco, fue Oscar Ustari.
Más allá de eliminación por penales ante Alemania en cuartos de final, había un enorme consenso en derredor del buen trabajo realizado por José Pekerman, pero éste decidió que su tiempo al mando de la selección había llegado a su fin y allí Grandona le dio la posibilidad de un segundo ciclo a Basile. Duró apenas dos años y fue reemplazo, no sin asombro, por Maradona. El andar fue oscilante, con una agónica clasificación y demasiados futbolistas convocados. A la hora de la lista definitiva, varios puntos llamaron la atención, como la ausencia de Juan Pablo Carrizo, a quien Diego había llamado “mi arquero”. El 6-1 ante Bolivia pudo ser un detonante, porque el tercer golero fue Diego Pozo. El caso de Ariel Garcé también fue llamativo, ya que apenas tenía dos presencias en esa era, pero el DT aseguró que había soñado que daba la vuelta olímpica junto a él. Y hubo tres ausencias salientes: Javier Zanetti (venía de ser campeón de la Champions con el Inter), Fernando Gago y Ezequiel Lavezzi (era figura en el Nápoli).
Para la Copa del Mundo de 2014, tras el breve paso de Sergio Batista, llegó el turno de Alejandro Sabella, ya con un Messi definitivamente afirmado en la elite. El camino en las Eliminatorias fue tranquilo y de ese modo se esperaba el armado final del plantel para el torneo en Brasil. Sin embargo, se desató una gran polémica en torneo a supuestos hechos de indisciplina por parte de Éver Banega y Ezequiel Lavezzi, a pocos días del inicio. El primero de ellos, terminó quedando fuera, luego de haber actuado mucho durante el ciclo. La ausencia más llamativa fue la de Nicolás Otamendi, ya que además de Ezequiel Garay, Federico Fernández y Martin Demichelis, quienes actuaron como centrales, el entrenador llevó como recambio a Hugo Campagnaro y José María Basanta.
Tras el fallecimiento de Grondona, poco tiempo después de concluido el Mundial 2014, la selección comenzó a navegar para unas turbulentas aguas que no había conocido en los años de Don Julio. Después de Sabella, comenzó la era del Tata Martino, quien finalmente dejó el cargo por la cantidad de desprolijidades de debió soportar. Eran tiempo de la Comisión Normalizadora en AFA y ellos designaron a Edgardo Bauza. El Patón estuvo menos de un año, siendo suplantado por Jorge Sampaoli, a un año del gran desafío. Nunca fue fluida la relación suya con el plantel y en el momento del corte final extrañaron las ausencias de Lautaro Martúnez y Ricardo Centurión, a quienes había ido a observar en más de una ocasión al estadio de Racing, lo mismo que Mauro Icardi, que atravesaba un excelente momento. Fue extraña la exclusión y posterior llamado a Nahuel Guzmán, quien había quedado fuera sobre el filo y finalmente estuvo en Rusia por la lesión de Sergio Romero.
Ahora se está escribiendo el nuevo capítulo de esta historia que ya cuenta con casi 50 años. Lionel Scaloni ya eligió a sus hombres y en ellos va la esperanza, pintada de celeste y blanco, con el mismo sueño de cada Mundial y con la ilusión que la página final del cuento tenga los trazos inolvidables del ‘78 y el ‘86.
El fútbol cambia permanentemente, pero a la vez, es siempre igual. Esta situación, quizás paradójica, envuelve al mundo de la número 5, con sus modificaciones tácticas y con la permanencia de situaciones que suelen reiterarse. Una de ellas, ocurre cada 4 años y tiene que ver con el momento donde el entrenador de la Selección debe dar la lista definitiva de los jugadores que disputarán la Copa del Mundo. En los últimos 50 años en la Argentina, quienes debieron afilar el lápiz, no estuvieron exentos de polémicas en la mayoría de los casos, fueron Vladislao Cap, César Menotti, Carlos Bilardo (estos últimos, dos veces cada uno), Alfio Basile, Daniel Passarella, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Diego Maradona, Alejandro Sabella, Jorge Sampaoli y ahora, Lionel Scaloni, quien ya hizo el corte definitivo y designó a sus futbolistas, como banderas de la gran ilusión nacional. Viajemos en el tiempo para recordar qué ocurrió en cada capítulo de esta historia.
La dura caída con Perú en la Bombonera en julio del ‘69 determinó la ausencia de Argentina en México ‘70. Pese a la crisis, nada cambió en la selección, que siguió siendo el reino de la improvisación. Un poco de seriedad llegó con el arribo de Enrique Omar Sívori a la dirección técnica y con él se obtuvo la clasificación para Alemania ‘74. Pese al pedido de sus jugadores, el Cabezón cumplió con su palabra y se alejó del cargo una vez cumplido el objetivo. Aunque parezca increíble, a pesar de tener el boleto asegurado a la Copa del Mundo, pasaron los meses finales del ‘73 sin que se designara a su reemplazante. Grande fue la sorpresa cuando en enero del ‘74 se supo que el elegido era Vladislao Cap, quien desde hacía dos años estaba trabajando en Colombia. La desorganización continuó y los pobres resultados de los amistosos previos, en su mayoría contra combinados de las provincias, preanunciaban un fracaso en la máxima competencia. En la gira previa, ya en continente europeo, Roque Avallay, centro delantero de Huracán, sufrió una lesión y debió regresar al país. Como muestra gratis del caos reinante, los apellidos que se señalaban para ocupar su lugar eran tres futbolistas que jugaban en posiciones diferentes y ninguno era 9 como quien dejó el plantel: Aimar, Santamaría y Babington. Éste último, que nunca debió estar afuera, fue el elegido. Llegó a Alemania pocos días antes del debut y la misma noche de su arribo, Cap citó a todos a una reunión para ahuyentar los rumores y dio ya el equipo titular para el primer partido ante Polonia. Enorme fue la sorpresa de todos, empezando por el propio Babington, cuando escuchó que iba a estar entre los 11, sin haber practicado jamás con sus compañeros. Fue apenas un capítulo más de lo mal que se manejó todo en suelo alemán, que terminó con una opaca eliminación en segunda fase.
En octubre de ese mismo año se produjo la presentación de César Luis Menotti como entrenador y a partir de allí fue una refundación de la selección. Se trazó un plan de trabajo, con seriedad, que fue cumplido por los dirigentes, más allá de algunas rispideces al comienzo. En febrero del ‘78 se inició la recta final rumbo al gran objetivo con un grupo de jugadores que se fue depurando con el correr de los meses. En paralelo se disputaba el torneo Metropolitano donde la figura descollante, por juego y goles, era el Beto Alonso, que así recordó el momento de la convocatoria: “Apenas terminado un partido conta All Boys en cancha de Ferro me comunicaron que debía presentarme en la concentración de la selección en José C. Paz. En la primera práctica, al día siguiente, Menotti se me acercó y me dijo: ‘Usted está aquí porque lo dispuse yo, no por presión de nadie’, a lo que le respondí: ‘Está bien, César. Si usted es el técnico. ¿Quién otro lo puede decidir?’. Esta situación se dio porque se mencionaba que el crack de River Plate había sido llamado por presión de la prensa y de Carlos Alberto Lacoste, hombre fuerte del EAM ‘78, entidad que manejaba buena parte de la organización del certamen y reconocido fanático de los Millonarios. Unos días más tarde, llegó el momento de dar a conocer los 22 apellidos que conformarían la lista final. Había pocas incógnitas, porque se suponía que Humberto Bravo y Bottaniz serían desafectados, quedando la duda para el tercer casillero, que fue ocupado por un chico de 17 años, que venía deslumbrando en las prácticas: Diego Armando Maradona. Fue una sorpresa, incluso para los colaboradores cercanos a Menotti, como Roberto Marcos Saporiti, quien intentó con sólidos argumentos, torcer la decisión del entrenador en dos charlas en las horas previas a la comunicación al plantel. Pero la historia ya estaba sentenciada y Diego mantuvo por siempre el dolor de haber quedado fuera del grupo que sería campeón del mundo.
Con el aval del título logrado ante Holanda en el Monumental y las buenas actuaciones del equipo en el bienio 1979 – 1980, César Menotti logró trabajar con enorme tranquilidad rumbo a España ‘82, con el agregado de poder contar con casi todos los futbolistas en el país. Las condiciones se acercaban al ideal, pero el rendimiento comenzó a decaer en 1981, sembrando algunas dudas. La concentración final comenzó en febrero del ‘82, primero en la Villa Marista de Mar del Plata y luego en la localidad de Tortuguitas. El Flaco contaba debía desafectar a 3 para el corte definitivo el 23 de abril. Sin embargo, fueron 4 los excluidos (Edgardo Bauza, Jorge Búlleri, Raúl de la Cruz Chaparro y Jorge Gordillo), al tiempo que era reconvocado Santiago Santamaría, puntero de Newell´s, que había renunciado a principios de marzo.
En febrero del ‘83, Carlos Salvador Bilardo firmó su contrato como DT de la selección y en el camino hacia las Eliminatorias primero y la Copa del Mundo después probó muchos futbolistas, sin llegar a colmar el gusto del hincha. En medio de la tempestad tras una desangelada gira por Europa en marzo del ‘86, que incluyó un intento de destitución de su cargo, el Narigón dio la lista final de sus 22 muchachos rumbo a México. Carlos Tapia se ganó un lugar sobre el filo, por su excelente realidad en Boca Juniors, junto a su compañero Julio Olarticoechea, quien había renunciado al elenco nacional a fines del ‘84, pero su polifuncionalidad le abrió nuevamente las puertas. Pero las dos convocatorias que causaron más sorpresa fueron las de dos jugadores que no habían disputado ni un minuto en el ciclo: Héctor Enrique y Miguel Zelada. El primero, de incuestionable alto nivel en el River Plate campeón del torneo local, sería una pieza clave en tierras aztecas, al tiempo que el segundo, actuaba en el América de aquel país y ocupó la plaza de tercer arquero. A pesar de haber estado desde el inicio de la era Bilardo, varios quedaron fuera, no exentos de polémicas, como Ubaldo Fillol, Juan Barbas y Enzo Trossero, al tiempo que otros lo asumieron con más calma, como los casos de Alejandro Sabella, Miguel Ángel Russo y Oscar Dertycia.
La gloria de México, con un Maradona más extraterrestre que nunca, actuó como manto protector del sinuoso andar de la selección en el período 1986 – 1990, donde fueron contadas las buenas actuaciones y el mayor déficit habitaba en la falta de gol. Bilardo fue el primero en darse cuenta y comentaba que no lograba encontrar al sucesor de Jorge Valdano, retirado de la actividad y que ya se desempeñaba como analista en diversos medios de España. En ese carácter concurrió a la Copa América de Brasil en julio del ‘89, donde el propio Narigón le expresó esta situación, tentándolo con el regreso. Luego de meditarlo, el ex delantero tomó la decisión de hacer el intento, para lo que volvió a ponerse los pantalones cortos, hasta alcanzar un nivel aceptable en un par de amistosos con el equipo nacional a comienzos del ‘90. Una lesión le hizo retrasar un poco la evolución, pero siguió trabajando con sus compañeros, ya en suelo italiano, con la mente en el Mundial. El domingo 20 de mayo, Bilardo le comunicó que no lo veía en buenas condiciones y que lo desafectaba del plantel, ingresando Gabriel Calderón en su lugar. A partir de allí se abrió una de las polémicas más grandes que se recuerden a la hora de que un DT argentino tuviese que entregar la lista definitiva. Maradona se mostró en contra: “Estoy muy triste por lo de Jorge. Lo que hizo Bilardo lo acepto, pero no lo entiendo”. Pero lo que más trascendió fueron dos frases del propio Valdano, que quedaron en el recuerdo: “La decisión es de Bilardo, que dijo no verme ni para 30 minutos en el Mundial. Lo demás, ingresa en la bruma de la sospecha, que yo no atravieso jamás”. Y la más gráfica: “Después de nadar seis meses, fui a morir en la orilla”. Un Valdano 100%.
Para el Mundial 1994 se dio una situación muy particular y fue que, para la gran mayoría de los futboleros, Alfio Basile había elegido a la perfección a los 22 jugadores y casi no había polémicas, a la hora de afrontar en mayor desafío de aquel ciclo que comenzó brillante en la Copa América ‘91 y se fue desluciendo hasta llegar al repechaje con Australia por la última plaza disponible. Darío Franco había estado desde el comienzo y era un intocable para el Coco, hasta que una fractura, en el debut en la Copa América ‘93 ante Bolivia, encendió las luces de alarma. El futbolista, por entonces en Zaragoza, hizo todos los esfuerzos, apoyado por el entrenador que lo quería tener en Estados Unidos, hasta que el 2 de junio le informó con dolor, que no lo tendría en cuenta por no haberse recuperado al 100%. En ese último lugar quedó confirmado un joven Ariel Ortega, quien allí tendría la primera de sus tres experiencias mundialistas.
Luego de la salida de Basile llegó Daniel Passarella, con un gran consenso, a la dirección técnica de la Selección, después de su exitosa primera experiencia en el cargo, con varios títulos ganados con River Plate. Al principio tuvo un andar irregular, hasta que en 1997 encontró definitivamente el sistema y los hombres, para cerrar de manera inobjetable las Eliminatorias. Un par de meses antes de dar la lista para Francia ‘98 el Kaiser sostenía ante la prensa que tenía ya claros 20 de los 22 apellidos y un tiempo después confirmó a Sergio Berti, quedando solo un casillero vacío. El gran presente de Claudio Caniggia en Boca, llevaba a que sea el preferido de buena parte de la prensa, además de su identificación con la camiseta celeste y blanca. El otro candidato era Christian Bassedas, quien había estado desde el inicio del ciclo en 1994, pero enorme fue la sorpresa, cuando el DT dio a conocer que el jugador 22 era Abel Balbo, quien no actuaba en el equipo nacional desde diciembre del ‘96. Fue su tercer Mundial y apenas disputó un puñado de minutos en Francia.
El camino hacia Corea – Japón 2002 fue impecable, con una de las Eliminatorias más brillantes de la Argentina. Marcelo Bielsa encontró rápido el funcionamiento y los intérpretes respondían a la perfección. Todo estaba tan ordenado, que no se esperaba ninguna sorpresa a la hora de la lista final, sin embargo, hubo una que fue la aparición de Claudio Paul Caniggia, quien solo había actuado en dos amistosos, ambos ese año, en el ciclo del Loco. Para el público era un símbolo de la celeste y blanca y la noticia fue muy bien recibida, pero su gran historia con esa camiseta terminó de un modo triste, al ser expulsado ante Suecia, estando en el banco de suplentes. Quedó también la polémica por dos futbolistas que atravesaban un excelente momento, pero que el entrenador prefirió dejar fuera del plantel definitivo y que harían su debut mundialista cuatro años más tarde: Juan Román Riquelme y Javier Saviola.
En septiembre de 2004, luego de ganar la medalla dorada en Atenas, Bielsa dijo adiós y rápidamente fue suplantado por José Pekerman. El lunes 15 de mayo de 2006, había una gran expectativa en el predio de AFA, desde donde el DT dio a conocer a los 23 designados. ¿Hubo sorpresas? Por supuesto. Julio Cruz fue incluido cuando pocos los esperaban, al tiempo que fueron relegados dos jugadores que parecían seguros, como Walter Samuel y Javier Zanetti. También tuvo su desilusión Germán Lux, quien había debutado en la selección con Pekerman e incluso había ocupado la valla en la Copa Confederaciones 2005. Sin embargo, el tercer arquero, detrás de Abbondanzieri y Franco, fue Oscar Ustari.
Más allá de eliminación por penales ante Alemania en cuartos de final, había un enorme consenso en derredor del buen trabajo realizado por José Pekerman, pero éste decidió que su tiempo al mando de la selección había llegado a su fin y allí Grandona le dio la posibilidad de un segundo ciclo a Basile. Duró apenas dos años y fue reemplazo, no sin asombro, por Maradona. El andar fue oscilante, con una agónica clasificación y demasiados futbolistas convocados. A la hora de la lista definitiva, varios puntos llamaron la atención, como la ausencia de Juan Pablo Carrizo, a quien Diego había llamado “mi arquero”. El 6-1 ante Bolivia pudo ser un detonante, porque el tercer golero fue Diego Pozo. El caso de Ariel Garcé también fue llamativo, ya que apenas tenía dos presencias en esa era, pero el DT aseguró que había soñado que daba la vuelta olímpica junto a él. Y hubo tres ausencias salientes: Javier Zanetti (venía de ser campeón de la Champions con el Inter), Fernando Gago y Ezequiel Lavezzi (era figura en el Nápoli).
Para la Copa del Mundo de 2014, tras el breve paso de Sergio Batista, llegó el turno de Alejandro Sabella, ya con un Messi definitivamente afirmado en la elite. El camino en las Eliminatorias fue tranquilo y de ese modo se esperaba el armado final del plantel para el torneo en Brasil. Sin embargo, se desató una gran polémica en torneo a supuestos hechos de indisciplina por parte de Éver Banega y Ezequiel Lavezzi, a pocos días del inicio. El primero de ellos, terminó quedando fuera, luego de haber actuado mucho durante el ciclo. La ausencia más llamativa fue la de Nicolás Otamendi, ya que además de Ezequiel Garay, Federico Fernández y Martin Demichelis, quienes actuaron como centrales, el entrenador llevó como recambio a Hugo Campagnaro y José María Basanta.
Tras el fallecimiento de Grondona, poco tiempo después de concluido el Mundial 2014, la selección comenzó a navegar para unas turbulentas aguas que no había conocido en los años de Don Julio. Después de Sabella, comenzó la era del Tata Martino, quien finalmente dejó el cargo por la cantidad de desprolijidades de debió soportar. Eran tiempo de la Comisión Normalizadora en AFA y ellos designaron a Edgardo Bauza. El Patón estuvo menos de un año, siendo suplantado por Jorge Sampaoli, a un año del gran desafío. Nunca fue fluida la relación suya con el plantel y en el momento del corte final extrañaron las ausencias de Lautaro Martúnez y Ricardo Centurión, a quienes había ido a observar en más de una ocasión al estadio de Racing, lo mismo que Mauro Icardi, que atravesaba un excelente momento. Fue extraña la exclusión y posterior llamado a Nahuel Guzmán, quien había quedado fuera sobre el filo y finalmente estuvo en Rusia por la lesión de Sergio Romero.
Ahora se está escribiendo el nuevo capítulo de esta historia que ya cuenta con casi 50 años. Lionel Scaloni ya eligió a sus hombres y en ellos va la esperanza, pintada de celeste y blanco, con el mismo sueño de cada Mundial y con la ilusión que la página final del cuento tenga los trazos inolvidables del ‘78 y el ‘86.
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