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LEDA
Quien es Leda, la argentina a la que la Iglesia Catolica le reconocio dones milagrosos de sanacion
Esta mujer rosarina puede percibir el sufrimiento en las personas y, a travees de la oracion y la imposicion de manos para aliviar sus heridas.
"Leda", el libro que "se centra en el fervor que ha despertado en miles de personas, los supuestos milagros que se le atribuyen y el crecimiento de su obra en Rosario y alrededores".
Un d?a, mientras caminaba por su Rosario natal, la argentina Leda Bergonzi percibi? algo dentro suyo al ver el rostro de un hombre apoyado sobre la ventanilla de un colectivo. Algo en esa imagen la llen? de una tristeza nueva, distinta a cualquier emoci?n que hubiera sentido antes. Desde entonces, su vida no fue la misma.
Esta mujer, ama de casa y madre de cinco hijos nacida en 1979, se dio cuenta de que pod?a percibir el sufrimiento en las personas y, a trav?s de la oraci?n y la imposici?n de manos, aliviar sus heridas. A pesar de ser laica, la Iglesia cat?lica reconoci? sus poderes milagrosos, por lo que miles de peregrinos viajan largas distancias para recibir sus bendiciones.
Para difundir su historia, las argentinas Sabrina Ferrarese y Araceli Colombo escribieron Leda. La fe y la sanaci?n, libro que narra su vida y su historia, conectadas ahora con las de miles de personas que se acercan en busca de sanaci?n, orientaci?n y apoyo espiritual.
Escriben las autoras: ?Este relato se centra en el fervor que ha despertado en miles de personas, los supuestos milagros que se le atribuyen y el crecimiento de su obra en Rosario y alrededores. Es un testimonio personal que refleja nuestra mirada hacia esta mujer, en quien reconocemos a una cat?lica devota con la sorprendente capacidad de transmitir un mensaje renovado de una fe liberadora, que promueve una transformaci?n profunda en las personas y las invita a vivir en paz y armon?a?.
As? empieza ?Leda?
Un colectivo en Rosario pasa cargado de gente con destinos inciertos, uno entre los tantos que cruzan la ciudad, una y otra vez, cada d?a. Pero en este va sentado un hombre, de cara a la ventanilla, como si fuese un portarretrato ambulante. Leda camina por la vereda en ese preciso momento y alcanza a verlo, gracias a la transparencia del acr?lico, en un recorte de tiempo m?nimo pero en suspenso. El coche acelera y se pierde en la calle, y ella se queda paralizada, detenida en el instante en que hizo contacto visual con ese pasajero. Est? agitada y conmovida porque, incre?blemente, acaba de percibir el universo interior de un desconocido. A lo largo de un pu?ado de segundos ha podido distinguir su estado de ?nimo sombr?o y perturbado, como si hubiese arribado al rinc?n m?s ?ntimo e inasequible de su ser. Y se puso triste.
Es 2015 y Leda Bergonzi acaba de experimentar, por primera vez, una cercan?a in?dita y espiritual hacia un extra?o. Se le ha abierto una puerta hacia las almas, ha recibido un pase libre al mundo interior ajeno, sin quererlo ni pedirlo. Esta extraordinaria capacidad le ha sido dada, ha recibido un regalo divino a trav?s de la oraci?n incesante que eleva de forma cotidiana al Dios de los cat?licos, la fe que profesa desde ni?a. Puede identificar el encuentro espiritual en el que vibr? diferente, revivirlo con los ojos cerrados. Desde entonces, todo fue distinto, y adentrarse en los corazones dolientes o exultantes para medir sus latidos se volvi? inevitable.
Hoy recuerda ese suceso matriz en su vida. ?Yo ya ten?a a mis hijos, mi casa, cre?a que estaba con Dios y que estaba todo bien. Pero ese d?a pude empezar a ver en el otro la necesidad. Hab?a algo m?s. Dije: ?Ya est?, lo tengo todo?. Iba caminando por la calle, me acuerdo as? puntualmente, veo a una persona arriba de un colectivo y sent? tristeza, fue algo raro?, comenta sobre aquel instante que cambiar?a todo.
A pesar de considerar el origen celestial de estas experiencias in?ditas, la primera reacci?n fue el rechazo. Todo era muy confuso. Le resultaba inc?modo e invasivo esta especie de asalto a la raz?n que la sacud?a de a ratos. Se daba cuenta de que nada iba a ser igual y trataba de escapar a ese destino de entrega total que vislumbraba cada vez que rezaba. El temor era muy grande, pero mayor fue el llamado a seguir adelante que sinti?. ?Siempre me sent? incapaz, pero mi anhelo y mi sed por ?l eran muy grandes. Siempre sent? que no ten?a capacidad ni facultad, cre?a que pod?an hacerlo aquellos que estaban cultivados, que esto se estudiaba, que se viv?a desde otro lugar?, admite sobre las cavilaciones que la rodearon cuando percibi? aquellas primeras expresiones de los dones concedidos por Dios, lo que la Iglesia cat?lica denomina carismas.
Poco a poco, el miedo se fue disipando, gracias adem?s al acompa?amiento espiritual de sacerdotes y el apoyo incondicional de sus compa?eros y compa?eras de Soplo de Dios Viviente, el grupo espiritual que conform? no solo para reunirse a orar y estudiar la Biblia, sino tambi?n para ayudar a la gente de los barrios m?s humildes de la ciudad y la regi?n.
Junto con ellos, supo que podr?a hacerlo, ser?a puente, lazo y barco. Y vio, en el transcurso de sus oraciones, que a trav?s de sus manos se iban a gestar cambios significativos y sustanciales en cuerpos y en almas, modificaciones que, al ser puestas en palabras, difundidas y esparcidas, la convertir?an en una mujer p?blica, una figura m?stica pero laica, a la que muchos insistir?an en llamar ?la sanadora?.
?Qui?n es Leda?
Leda Bergonzi naci? en 1979 en Rosario, en una familia de clase media de cinco hermanos, entre los cuales est? Aldana, su gemela. Desde muy peque?a cultiv? su espiritualidad, combinando juegos, ense?anzas, picard?as y descubrimientos con muchos momentos dedicados a la oraci?n. Las figuras centrales de la Iglesia cat?lica ? Dios, su hijo Jes?s, su madre la Virgen Mar?a y el Esp?ritu Santo? se integraron a su vida diaria. Como suele suceder en la crianza religiosa, esa familia sagrada se incorpor? a la suya, guiando su pensamiento, sus formas de comportarse y, por supuesto, su visi?n del mundo. Aprendi? a quererlos, a sentirlos reales y presentes, a revivirlos mediante las im?genes santas que hab?a en la casa.
?Tuve una infancia feliz, rodeada de mi familia, con algunos problemas tambi?n?, revela sobre su ni?ez esta mujer de 44 a?os, con aspecto de jovencita, tan llamativa con su cabello largo, negro y brillante, mirada descansada y una sonrisa blanqu?sima, siempre dispuesta a la risa. Nada en su aspecto se condice con los estereotipos de mujeres devotas, muy vinculados a la virginidad y la inocencia proyectadas en esculturas y pinturas sacras. Leda es moderna y sexy, se viste a la moda y se maquilla fuerte. Su hablar es pausado y se permite el tiempo para encontrar las palabras justas. Se muestra calma, con un aire de cierta distracci?n, como si estuviese, de a ratos, en otra parte. Definitivamente, es sencilla y accesible. Su simplicidad la acerca a la gente, la vuelve un im?n.
?Ya de muy chica empec? a sentir a Dios, creo que me marc? el tener estos encuentros personales, era mi b?squeda ya de muy chiquitita?.
?Cant?bamos en misa con mis hermanas y amigas?, recuerda. ?Esperaba el domingo con mucho anhelo?, asevera. Como muchas ni?as cat?licas rosarinas de esa ?poca ? la Argentina recuperaba la democracia tras siete a?os de una dictadura militar sangrienta y atroz? , asisti? al Colegio Misericordia, que por entonces, como la totalidad de las escuelas de culto, solo aceptaba mujeres. El establecimiento, que ocupa una manzana en el tradicional bulevar Oro?o de la ciudad, es dirigido por religiosas, monjas que promovieron su educaci?n dogm?tica.
Sin embargo, fue en su hogar donde Leda se empap? de fe. Su madre, practicante y participante de la vida religiosa en comunidad, fue central al impulsar a las gemelas a cantar en misa. Ambas, naturalmente dotadas para el canto, pusieron sus voces en temas musicales que enaltec?an a Dios. As?, las hermanas hallaron un modo de contacto directo con la deidad que les hab?a sido transmitida desde muy chiquitas y, al mismo tiempo, se hicieron un lugar en la liturgia cat?lica. Pero, sobre todo, se sumaron a la vida parroquial. Y la Iglesia fue su c?rculo de pertenencia, participando en las actividades, haciendo amigos y amigas de su misma fe, incorporando en su universo un particular sentido de la existencia.
M?s all? de su mam?, cuando Leda vuelve a su infancia, redescubre la importancia de otra mujer en su camino espiritual. ?Tuve una abuela con mucha fe, muy mariana ? le rend?a culto a la Virgen Mar?a? . Creo que ella fue la que nos sembr? esta semillita de lo que es la b?squeda de Dios?, se?ala sobre esta ?agricultora? de almas que supo heredarle una creencia radical en la vida de su nieta. Leda creci? absorbiendo el legado espiritual de sus antecesoras, mamando la doctrina cat?lica incorporada en las peque?as cosas del ?mbito dom?stico, descubriendo un mundo que, en simult?neo, le era relatado desde la religi?n.
Los a?os pasaron, y esa ni?ez c?lida y luminosa se fue apagando. ?Tuve una adolescencia dif?cil?, asegura Leda sobre su primera juventud. ?Es por esto que yo me puedo dirigir a los j?venes que van transitando muchos desiertos. La juventud es encontrar ad?nde va tu vida, qu? es lo que quer?s, y lo importante es que uno sepa ad?nde va?, define. ?Entonces, me toc? un momento en mi vida en que yo dije: ??Qu? es lo que quiero?, ?qu? estoy buscando??. Creo que casi todas las personas buscan un porvenir, pero cuando lleg?s a tenerlo, es ah? que descubr?s que eso no te llena. Eso es lo que a m? me hizo ir un poquito m?s all??, conf?a sobre los m?s rec?nditos dilemas que se le presentaron entonces y c?mo esas preguntas existenciales fueron respondidas de la mano de la fe, que hab?a tomado de su abuela y de su madre.
Leda dej? atr?s ese ?desierto? de vivencias ?ridas, ese trajinar sin descanso, sin techo debajo del cual guarecerse de un sol impiadoso y, sobre todo, sin br?jula para orientarse. Su Dios, Jesucristo y su devoci?n especial?sima hacia la Virgen Mar?a fueron los faros que encendi? para guiarse. Y, as?, el r?o de su fe volvi? al cauce. ?Creo en este Dios, que no es solamente una sensaci?n, sino que es un Dios de mucha respuesta y de mucha presencia. Nunca fue un Dios ajeno, siempre estuvo cerca, fue tangible para m?. Creo que aquel que no puede encontrar a Dios ni conocerlo es quien tampoco se dio la posibilidad de llamarlo, de preguntarle. Es un Dios que est? en el templo, pero que tambi?n camina al lado nuestro?, manifiesta.
Este v?nculo estrecho con un Dios omnipresente fue el eje central de su vida, que se fue modificando y adquiriendo diversos matices. En pocos a?os tuvo a sus cinco hijos e hijas ? la mayor fue mam? e hizo abuela a Leda? , ya que, al igual que su madre, quiso tener una familia grande cuando se enamor? de Fabrizio y decidieron casarse. Se establecieron en la zona sur, pero luego se mudaron a un terreno en las afueras de la ciudad. Leda se embarc? en un emprendimiento textil, haciendo malabares entre las obligaciones laborales, los requerimientos de sus ni?os y la oraci?n, para ella tan vital como respirar o comer.
Este camino nunca la apart? de su relaci?n con Dios; por el contrario, encontr? en su esposo a un compa?ero espiritual, y juntos conformaron el grupo de oraci?n Soplo de Dios Viviente, una comunidad con la que comparten sus vidas desde hace m?s de diez a?os, reuni?ndose semanalmente para cantar y rezar, organizando retiros espirituales en localidades vecinas y, tambi?n, llevando adelante acciones solidarias entre personas muy necesitadas. ?Te introduce en un camino de acci?n comunitaria, a la periferia, que es lo que m?s me atrap? desde siempre, el ver a Jes?s en los pobres?, dice sobre el grupo. Y aclara: ?No me refiero a una carencia de alimentos, sino tambi?n a una pobreza espiritual. He estado en casas que tienen mucho, pero no tienen nada, y he llegado a casas que no tienen nada y, de repente, con poco, tienen mucho. Entonces, en un mundo de incertidumbre, nos avasalla el querer o el poseer y nos vamos olvidando de nosotros. Y eso nos va haciendo apagar esa luz interior, nos enferma, nos enoja y nos frustra?, considera.
Al igual que cuando eran chicas, las Bergonzi conviven con su fe y la llevan a la pr?ctica: sus asuntos ?terrenales? se entremezclan con los espirituales, sin separaci?n ni divergencia. A donde van en nombre de Jes?s, llevan a sus familiares y amigos, y el resto de los integrantes de la comunidad hace lo mismo, haciendo equilibrio entre las obligaciones y los afectos personales, distribuyendo el tiempo escaso entre las reuniones del grupo y las tareas de los chicos. Se mueven en bloque, como un famili?n que se junta un domingo a almorzar, van y vienen con sus platos charlando, cada cual a lo suyo, pero unidos indefectiblemente a los otros.
"Leda", el libro que "se centra en el fervor que ha despertado en miles de personas, los supuestos milagros que se le atribuyen y el crecimiento de su obra en Rosario y alrededores".
Un d?a, mientras caminaba por su Rosario natal, la argentina Leda Bergonzi percibi? algo dentro suyo al ver el rostro de un hombre apoyado sobre la ventanilla de un colectivo. Algo en esa imagen la llen? de una tristeza nueva, distinta a cualquier emoci?n que hubiera sentido antes. Desde entonces, su vida no fue la misma.
Esta mujer, ama de casa y madre de cinco hijos nacida en 1979, se dio cuenta de que pod?a percibir el sufrimiento en las personas y, a trav?s de la oraci?n y la imposici?n de manos, aliviar sus heridas. A pesar de ser laica, la Iglesia cat?lica reconoci? sus poderes milagrosos, por lo que miles de peregrinos viajan largas distancias para recibir sus bendiciones.
Para difundir su historia, las argentinas Sabrina Ferrarese y Araceli Colombo escribieron Leda. La fe y la sanaci?n, libro que narra su vida y su historia, conectadas ahora con las de miles de personas que se acercan en busca de sanaci?n, orientaci?n y apoyo espiritual.
Escriben las autoras: ?Este relato se centra en el fervor que ha despertado en miles de personas, los supuestos milagros que se le atribuyen y el crecimiento de su obra en Rosario y alrededores. Es un testimonio personal que refleja nuestra mirada hacia esta mujer, en quien reconocemos a una cat?lica devota con la sorprendente capacidad de transmitir un mensaje renovado de una fe liberadora, que promueve una transformaci?n profunda en las personas y las invita a vivir en paz y armon?a?.
As? empieza ?Leda?
Un colectivo en Rosario pasa cargado de gente con destinos inciertos, uno entre los tantos que cruzan la ciudad, una y otra vez, cada d?a. Pero en este va sentado un hombre, de cara a la ventanilla, como si fuese un portarretrato ambulante. Leda camina por la vereda en ese preciso momento y alcanza a verlo, gracias a la transparencia del acr?lico, en un recorte de tiempo m?nimo pero en suspenso. El coche acelera y se pierde en la calle, y ella se queda paralizada, detenida en el instante en que hizo contacto visual con ese pasajero. Est? agitada y conmovida porque, incre?blemente, acaba de percibir el universo interior de un desconocido. A lo largo de un pu?ado de segundos ha podido distinguir su estado de ?nimo sombr?o y perturbado, como si hubiese arribado al rinc?n m?s ?ntimo e inasequible de su ser. Y se puso triste.
Es 2015 y Leda Bergonzi acaba de experimentar, por primera vez, una cercan?a in?dita y espiritual hacia un extra?o. Se le ha abierto una puerta hacia las almas, ha recibido un pase libre al mundo interior ajeno, sin quererlo ni pedirlo. Esta extraordinaria capacidad le ha sido dada, ha recibido un regalo divino a trav?s de la oraci?n incesante que eleva de forma cotidiana al Dios de los cat?licos, la fe que profesa desde ni?a. Puede identificar el encuentro espiritual en el que vibr? diferente, revivirlo con los ojos cerrados. Desde entonces, todo fue distinto, y adentrarse en los corazones dolientes o exultantes para medir sus latidos se volvi? inevitable.
Hoy recuerda ese suceso matriz en su vida. ?Yo ya ten?a a mis hijos, mi casa, cre?a que estaba con Dios y que estaba todo bien. Pero ese d?a pude empezar a ver en el otro la necesidad. Hab?a algo m?s. Dije: ?Ya est?, lo tengo todo?. Iba caminando por la calle, me acuerdo as? puntualmente, veo a una persona arriba de un colectivo y sent? tristeza, fue algo raro?, comenta sobre aquel instante que cambiar?a todo.
A pesar de considerar el origen celestial de estas experiencias in?ditas, la primera reacci?n fue el rechazo. Todo era muy confuso. Le resultaba inc?modo e invasivo esta especie de asalto a la raz?n que la sacud?a de a ratos. Se daba cuenta de que nada iba a ser igual y trataba de escapar a ese destino de entrega total que vislumbraba cada vez que rezaba. El temor era muy grande, pero mayor fue el llamado a seguir adelante que sinti?. ?Siempre me sent? incapaz, pero mi anhelo y mi sed por ?l eran muy grandes. Siempre sent? que no ten?a capacidad ni facultad, cre?a que pod?an hacerlo aquellos que estaban cultivados, que esto se estudiaba, que se viv?a desde otro lugar?, admite sobre las cavilaciones que la rodearon cuando percibi? aquellas primeras expresiones de los dones concedidos por Dios, lo que la Iglesia cat?lica denomina carismas.
Poco a poco, el miedo se fue disipando, gracias adem?s al acompa?amiento espiritual de sacerdotes y el apoyo incondicional de sus compa?eros y compa?eras de Soplo de Dios Viviente, el grupo espiritual que conform? no solo para reunirse a orar y estudiar la Biblia, sino tambi?n para ayudar a la gente de los barrios m?s humildes de la ciudad y la regi?n.
Junto con ellos, supo que podr?a hacerlo, ser?a puente, lazo y barco. Y vio, en el transcurso de sus oraciones, que a trav?s de sus manos se iban a gestar cambios significativos y sustanciales en cuerpos y en almas, modificaciones que, al ser puestas en palabras, difundidas y esparcidas, la convertir?an en una mujer p?blica, una figura m?stica pero laica, a la que muchos insistir?an en llamar ?la sanadora?.
?Qui?n es Leda?
Leda Bergonzi naci? en 1979 en Rosario, en una familia de clase media de cinco hermanos, entre los cuales est? Aldana, su gemela. Desde muy peque?a cultiv? su espiritualidad, combinando juegos, ense?anzas, picard?as y descubrimientos con muchos momentos dedicados a la oraci?n. Las figuras centrales de la Iglesia cat?lica ? Dios, su hijo Jes?s, su madre la Virgen Mar?a y el Esp?ritu Santo? se integraron a su vida diaria. Como suele suceder en la crianza religiosa, esa familia sagrada se incorpor? a la suya, guiando su pensamiento, sus formas de comportarse y, por supuesto, su visi?n del mundo. Aprendi? a quererlos, a sentirlos reales y presentes, a revivirlos mediante las im?genes santas que hab?a en la casa.
?Tuve una infancia feliz, rodeada de mi familia, con algunos problemas tambi?n?, revela sobre su ni?ez esta mujer de 44 a?os, con aspecto de jovencita, tan llamativa con su cabello largo, negro y brillante, mirada descansada y una sonrisa blanqu?sima, siempre dispuesta a la risa. Nada en su aspecto se condice con los estereotipos de mujeres devotas, muy vinculados a la virginidad y la inocencia proyectadas en esculturas y pinturas sacras. Leda es moderna y sexy, se viste a la moda y se maquilla fuerte. Su hablar es pausado y se permite el tiempo para encontrar las palabras justas. Se muestra calma, con un aire de cierta distracci?n, como si estuviese, de a ratos, en otra parte. Definitivamente, es sencilla y accesible. Su simplicidad la acerca a la gente, la vuelve un im?n.
?Ya de muy chica empec? a sentir a Dios, creo que me marc? el tener estos encuentros personales, era mi b?squeda ya de muy chiquitita?.
?Cant?bamos en misa con mis hermanas y amigas?, recuerda. ?Esperaba el domingo con mucho anhelo?, asevera. Como muchas ni?as cat?licas rosarinas de esa ?poca ? la Argentina recuperaba la democracia tras siete a?os de una dictadura militar sangrienta y atroz? , asisti? al Colegio Misericordia, que por entonces, como la totalidad de las escuelas de culto, solo aceptaba mujeres. El establecimiento, que ocupa una manzana en el tradicional bulevar Oro?o de la ciudad, es dirigido por religiosas, monjas que promovieron su educaci?n dogm?tica.
Sin embargo, fue en su hogar donde Leda se empap? de fe. Su madre, practicante y participante de la vida religiosa en comunidad, fue central al impulsar a las gemelas a cantar en misa. Ambas, naturalmente dotadas para el canto, pusieron sus voces en temas musicales que enaltec?an a Dios. As?, las hermanas hallaron un modo de contacto directo con la deidad que les hab?a sido transmitida desde muy chiquitas y, al mismo tiempo, se hicieron un lugar en la liturgia cat?lica. Pero, sobre todo, se sumaron a la vida parroquial. Y la Iglesia fue su c?rculo de pertenencia, participando en las actividades, haciendo amigos y amigas de su misma fe, incorporando en su universo un particular sentido de la existencia.
M?s all? de su mam?, cuando Leda vuelve a su infancia, redescubre la importancia de otra mujer en su camino espiritual. ?Tuve una abuela con mucha fe, muy mariana ? le rend?a culto a la Virgen Mar?a? . Creo que ella fue la que nos sembr? esta semillita de lo que es la b?squeda de Dios?, se?ala sobre esta ?agricultora? de almas que supo heredarle una creencia radical en la vida de su nieta. Leda creci? absorbiendo el legado espiritual de sus antecesoras, mamando la doctrina cat?lica incorporada en las peque?as cosas del ?mbito dom?stico, descubriendo un mundo que, en simult?neo, le era relatado desde la religi?n.
Los a?os pasaron, y esa ni?ez c?lida y luminosa se fue apagando. ?Tuve una adolescencia dif?cil?, asegura Leda sobre su primera juventud. ?Es por esto que yo me puedo dirigir a los j?venes que van transitando muchos desiertos. La juventud es encontrar ad?nde va tu vida, qu? es lo que quer?s, y lo importante es que uno sepa ad?nde va?, define. ?Entonces, me toc? un momento en mi vida en que yo dije: ??Qu? es lo que quiero?, ?qu? estoy buscando??. Creo que casi todas las personas buscan un porvenir, pero cuando lleg?s a tenerlo, es ah? que descubr?s que eso no te llena. Eso es lo que a m? me hizo ir un poquito m?s all??, conf?a sobre los m?s rec?nditos dilemas que se le presentaron entonces y c?mo esas preguntas existenciales fueron respondidas de la mano de la fe, que hab?a tomado de su abuela y de su madre.
Leda dej? atr?s ese ?desierto? de vivencias ?ridas, ese trajinar sin descanso, sin techo debajo del cual guarecerse de un sol impiadoso y, sobre todo, sin br?jula para orientarse. Su Dios, Jesucristo y su devoci?n especial?sima hacia la Virgen Mar?a fueron los faros que encendi? para guiarse. Y, as?, el r?o de su fe volvi? al cauce. ?Creo en este Dios, que no es solamente una sensaci?n, sino que es un Dios de mucha respuesta y de mucha presencia. Nunca fue un Dios ajeno, siempre estuvo cerca, fue tangible para m?. Creo que aquel que no puede encontrar a Dios ni conocerlo es quien tampoco se dio la posibilidad de llamarlo, de preguntarle. Es un Dios que est? en el templo, pero que tambi?n camina al lado nuestro?, manifiesta.
Este v?nculo estrecho con un Dios omnipresente fue el eje central de su vida, que se fue modificando y adquiriendo diversos matices. En pocos a?os tuvo a sus cinco hijos e hijas ? la mayor fue mam? e hizo abuela a Leda? , ya que, al igual que su madre, quiso tener una familia grande cuando se enamor? de Fabrizio y decidieron casarse. Se establecieron en la zona sur, pero luego se mudaron a un terreno en las afueras de la ciudad. Leda se embarc? en un emprendimiento textil, haciendo malabares entre las obligaciones laborales, los requerimientos de sus ni?os y la oraci?n, para ella tan vital como respirar o comer.
Este camino nunca la apart? de su relaci?n con Dios; por el contrario, encontr? en su esposo a un compa?ero espiritual, y juntos conformaron el grupo de oraci?n Soplo de Dios Viviente, una comunidad con la que comparten sus vidas desde hace m?s de diez a?os, reuni?ndose semanalmente para cantar y rezar, organizando retiros espirituales en localidades vecinas y, tambi?n, llevando adelante acciones solidarias entre personas muy necesitadas. ?Te introduce en un camino de acci?n comunitaria, a la periferia, que es lo que m?s me atrap? desde siempre, el ver a Jes?s en los pobres?, dice sobre el grupo. Y aclara: ?No me refiero a una carencia de alimentos, sino tambi?n a una pobreza espiritual. He estado en casas que tienen mucho, pero no tienen nada, y he llegado a casas que no tienen nada y, de repente, con poco, tienen mucho. Entonces, en un mundo de incertidumbre, nos avasalla el querer o el poseer y nos vamos olvidando de nosotros. Y eso nos va haciendo apagar esa luz interior, nos enferma, nos enoja y nos frustra?, considera.
Al igual que cuando eran chicas, las Bergonzi conviven con su fe y la llevan a la pr?ctica: sus asuntos ?terrenales? se entremezclan con los espirituales, sin separaci?n ni divergencia. A donde van en nombre de Jes?s, llevan a sus familiares y amigos, y el resto de los integrantes de la comunidad hace lo mismo, haciendo equilibrio entre las obligaciones y los afectos personales, distribuyendo el tiempo escaso entre las reuniones del grupo y las tareas de los chicos. Se mueven en bloque, como un famili?n que se junta un domingo a almorzar, van y vienen con sus platos charlando, cada cual a lo suyo, pero unidos indefectiblemente a los otros.
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